La montaña pasiega fue para mí todo un descubrimiento y no solo por su paisaje sino también por su peculiar forma de vida.
El territorio burgalés pasiego lo descubrí por casualidad en el verano de 2021, atraído por una modesta estación de esquí ubicada al Norte de Espinosa de los Monteros, cuya existencia descubrí a través de un folleto de esquí que ojeaba en mi infancia hasta la saciedad. Resulta que ese centro de esquí se encuentra ubicado en el corazón de la montaña pasiega (La Lunada). El paisaje que me acompañó durante el trayecto entre el valle y la estación de esquí fue para mí abrumador, de una belleza sin igual: Extensos pastizales cercados por muros de piedra, rústicas cabañas de pastoreo, bosques de hayas y robles, infinitos paisajes verdes y puertos de montaña con vistas maravillosas de los valles.
A estas alturas de la vida y habiendo recorrido todos los macizos importantes de España, pensaba que la naturaleza peninsular ya no me sorprendería. Pero al descubrir la montaña pasiega, no solamente me sorprendió, también me enamoró y, a primera vista. Es todo un paraíso verde con formas y costumbres que le hacen distinto al resto de enclaves montañosos. También me cautivó la historia y la cultura pasiega, su estilo de vida pausado y tradicional. El paisaje de estos valles ganaderos tan singular y sorprendente, es el resultado de la interacción del hombre con la naturaleza durante más de cinco siglos.
La comarca de
Los Cuatro Ríos Pasiegos burgaleses me cautivó desde el primer momento.
Engloba un mundo de paisajes naturales y rurales que permanecen inamovibles en
mi memoria. Parte de ese magnetismo puede ser que, estos valles con sus extensas
praderías de tonos verdes intensos, me recuerden a mi infancia, a esa mágica
sensación que sentía de pequeño en las tardes de verano frente al televisor disfrutando con las
aventuras de Heidi. Al ver a esa niña correr junto a su amigo Pedro y sus cabras
entre praderas de fresca hierba y aromáticas flores, y con esos atardeceres
alpinos junto al Señor de las cumbres mirándoles, mientras las montañas nevadas
parecían arder con los rayos del sol sobre sus rostros.
Ese mismo
verano, en un viaje por el Norte de España terminé descubriendo los valles pasiegos
cántabros, donde disfruté nuevamente con los paisajes de ensueño. Allí visité
el Museo Etnográfico Las Tres Villas Pasiegas, donde pude observar una reconstrucción
de la cuadra y el pajar de una cabaña pasiega y una muestra de los objetos de
la vida cotidiana de los habitantes pasiegos. Un encantador museo ubicado en la
ermita de San Antonio que refleja la magia de este lugar. También visité el
Museo de Amas de Cría Pasiegas, situado en Selaya, dedicado a las jóvenes
pasiegas que emigraron para ejercer de amas de cría de familias acomodadas. Una
interesante visita que me hizo descubrir nuevos aspectos referentes a la
historia social de estos valles ganaderos. También tuve la ocasión de degustar
la gastronomía típica, con un menú de sabrosa cocina pasiega, así como los exquisitos
productos lácteos y los sobaos, las quesadas y galletas pasiegas, todo un
deleite para el paladar.
Al siguiente
año dediqué todas mis vacaciones a los valles pasiegos, recreándome con cada
rincón, disfrutando de las escenas bucólicas de Heidi en carne propia. Escuchando
el canto de los pájaros, los cencerros del ganado y los sonidos de la
naturaleza, en los mágicos atardeceres pasiegos. Subiendo a todos sus puertos
para contemplar las infinitas perspectivas que ofrecen. Caminando por sus
senderos, bosques, cumbres y aldeas, disfrutando cada instante de esa
combinación singular de la naturaleza más pura con el patrimonio, la historia y
las tradiciones.
Impresionado por tanta belleza y tras el descubrimiento de este territorio pastoril, ya en casa, en la distancia, siento una especie de profunda nostalgia pasiega. Añoro las luces y sombras de sus montañas, los sonidos y silencios de sus valles, sus amaneceres, sus tardes y noches. Lo más difícil para mí ahora, es el estar tan lejos de este lugar. Así que cada vez que vuelvo me doy cuenta que, este es un lugar idílico para crear un hogar vacacional en plena naturaleza. Por lo tanto, he pensado que mi próximo objetivo será comprar una típica cabaña pasiega y mantener su estética montañesa de piedra, con tejado de lastras y, que esté ubicada en un entorno totalmente natural y con vistas despejadas al valle. Es momento de soñar.
“Sueña. Sueña con lo que quieres, con lo que tienes y con lo que no. Sueña dormid/a o despierto/a, sin medida y sin miedo. Sueña como si tu sueño fuera verdad, y suéñate a ti mismo/a en ese sueño. Sueña como si tu sueño fuera realidad, porque la realidad se teje de sueños”. Brando. Pensamientos de Luc.
Hay lugares que te impregnan de un magnetismo difícil de escapar. En este enclave de prados ondulados y bosques de frondosas, me siento que estoy conectado plenamente con la naturaleza.
RICHARD SAURA MARTÍNEZ
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